Lorenzo Velasco González, ¿Santo o loco?



Este es, que sepamos, el único retrato conservado de D. Lorenzo Velasco González. Fue publicado por El Adelanto del 13 de junio de 1924. D. Lorenzo tiene una calle dedicada en Salamanca. La calle, situada al norte de la ciudad, conecta la avda. de Portugal con la calle de Dorado Montero. Es pequeña y poco conocida, como la historia de este personaje que le cede su nombre.


D. Lorenzo había nacido en Salamanca el 22 de noviembre de 1857. Se licenció en Derecho en 1880 en la Universidad salmantina, doctorándose en Madrid al año siguiente con una tesis titulada "Causas de la miseria". Fue un joven brillante y relativamente normal, aunque no era precisamente la ”alegría de la huerta”. Formó parte del Claustro de la Universidad. Ejerció de juez por oposición en Luarca, puesto que pronto abandonó para volver a Salamanca donde fue nombrado abogado de la Beneficencia Provincial. Fue presidente de la Academia de Jurisprudencia de Salamanca, secretario de la Academia de San Eloy y secretario del Ayuntamiento de la Ciudad. Tras la muerte de su madre en 1889, su personalidad retraída fue progresivamente convirtiéndose en neurosis y locura. Tras abandonar, por decisión propia, la secretaria del Ayuntamiento, muy mermado su pensamiento racional, intentó, en 1897, suicidarse quemando su casa de la calle Prado, hiriéndose con una navaja de afeitar y finalmente disparándose dos cartuchos de escopeta en la cara y cuello. No llegó sin embargo a consumar su objetivo. Curadas sus heridas físicas, su estado de enajenación mental perduró, siendo necesario declararlo incapacitado mental, nombrándose un Consejo de Familia que veló por sus intereses. Murió el 17 de mayo de 1922 internado en el Hospital Psiquiátrico de Ciempozuelos.
Dejó, en testamento ológrafo, el expreso deseo de que a su muerte su preciada biblioteca fuese entregada a la Universidad de Salamanca y el resto de los bienes, una vez enajenados, fuesen repartidos a partes iguales entre los pobres de la ciudad de Salamanca. Catorce acciones del Condominio de la plaza de toros de “La Glorieta” tenía en propiedad D. Lorenzo cuando falleció. Solo era una parte de los bienes que todavía conservaba y entre los que se contaban unas 54 hectáreas de tierras en diversas localidades de la Armuña, una casa en la calle Doctrinos de Salamanca, con bajo, entresuelo, principal y segundo, además de la interesante biblioteca con 4.200 volúmenes pertenecientes a unas 2.200 obras.
Para el desempeño de tan bondadosa como inusual misión dejó nombrados como testamentarios a D. Elías del Yerro y D. Luis Maldonado.
Para la difícil tarea de trazar la línea que separa la pobreza del bienestar, los testamentarios recurrieron a las autoridades locales que aportaron la lista del padrón de los que recibían gratuitamente asistencia médico-farmacéutica a cargo del municipio, la llamada “hospitalidad domiciliaria” y que en nuestra ciudad se conoció como “patente de pobre”. A la lista se añadió a todas aquellas personas que lo solicitaron aportando un informe de su situación económica confirmada por vecinos de probada honradez o por personas y entidades relacionadas con la lucha contra la pobreza y la mendicidad. En total se clasificaron 3.006 pobres de solemnidad en la Salamanca de principios de los años veinte, en una ciudad con unos 35.000 habitantes. La enajenación de los bienes alcanzó la cifra total de 166.199,90 pesetas que una vez descontados los Derechos Reales, los gastos de testamentaria y la parte correspondiente a la Beneficencia Municipal quedó en 105.210 pesetas. Cada pobre cobraría 35 pesetas en un cheque de la banca de D. Matías Blanco Cobaleda. Para recogerlo debería mostrar su “patente” y aportar un timbre móvil de 10 céntimos, además de firmar el certificado correspondiente, llevando a alguien que lo firmase en su nombre si no lo sabía hacer. Como podemos imaginar hubo reclamaciones de personas excluidas de la lista y hasta de personas incluidas que no querían figurar.
Tras dos años de ardua tramitación, en junio de 1924, pudo iniciarse el reparto. Se hizo de forma paulatina para evitar aglomeraciones, elaborando listas parciales que eran publicadas en los diarios y que cada uno de los miembros del Consejo de Familia del finado se encargó de repartir en lugares y horas anunciadas. ¡También hubo quien no acudió a recogerlo!
En 1924, las 35 pesetas apenas alcanzaban para adquirir un abrigo barato o una buena cesta de la compra con los huevos a 3 pesetas la docena, el pan a 0,50 pts./ kilo, las patatas a 0,30 pts./ kilo, las naranjas a 3 pts./ kilo o las sardinas a 2 pts./ kilo. A pesar de las buenas intenciones de esta locura quijotesca, ningún pobre dejó de serlo, aunque, al menos, aquel mes comieron. Por su parte, la Universidad celebró el 12 de junio de 1924 con una gran ceremonia el legado de la biblioteca del Sr Velasco con la asistencia de las máximas autoridades civiles, eclesiásticas y universitarias.
La elaboración de la lista de pobres dejó de manifiesto grandes irregularidades en el padrón municipal de Hospitalidad Domiciliaria para la asistencia sanitaria y farmacéutica gratuita. En el estudio se detectó falta de equidad y justicia, además de un elevado nivel de fraude. Como contestación a estos problemas fue revisada la lista de “patentes de pobre” en octubre de 1924 reduciéndose a 1526 las concedidas, 874 menos que las 2400 concedidas el año anterior.

© C.H.. 2017 rev. 06/01/2017