Los serenos


Contaba, en 1774, el viajero Antonio Pons que en Valencia existía un servicio de vigilantes nocturno que “el ejercicio suyo es gritar de cuando en cuando la hora que es y el tiempo que hace: si es de aire, o lluvia, o sereno; y como éste es, regularmente, el que domina sobre los otros, la voz más frecuente que se oye es ‘sereno’, y es la que a estos hombres ha dado el nombre de ‘serenos’”. Armados de pito y farol rondaban las calles en previsión de robos, manteniendo el orden, avisando de incendios o cualquier necesidad de los vecinos, cobrando lo que buenamente les daban estos. La creación del servicio se atribuye a D. Joaquín Fos, alcalde de barrio, como medida para paliar el paro surgido entre los polvoristas por la supresión de los eventos pirotécnicos.

Resultó eficaz y pronto se extendieron a otras provincias. El servicio se estableció en Madrid en 1797 financiado con una parte de lo que los vecinos pagaban por el alumbrado y fueron asumiendo progresivamente el papel de faroleros, quedando en 1840 convertidos en un solo cuerpo.
El Real Decreto del 16 de septiembre de 1834 obligó a todas las capitales de provincia a instalar un servicio de serenos y alumbrado nocturno. En Salamanca los primeros serenos comenzaron su función en 1839 antes incluso que se comenzarán a instalar las primeras farolas de aceite. El 14 de mayo de 1841 lucieron 213 faroles en los puntos más céntricos de la ciudad, con el paso de los años llegaron a ser cerca de mil. Los serenos, como faroleros, tuvieron a su cargo la limpieza, conservación y encendido de los faroles públicos. (Ordenanzas Municipales de 1863), pronto al servicio de serenos municipales se añadió el de serenos particulares pagados por los vecinos pero a las órdenes del Ayuntamiento que a las obligaciones de los anteriores añadieron “la de abrir y cerrar las puertas de las casas, cuyas llaves se le hayan confiado por los vecinos.” (Ordenanzas Municipales de 1897). En 1898 el servicio de serenos municipales se disolvió en el de guardias municipales dejando en la ciudad solamente serenos particulares.
Poco a poco fueron desligándose del servicio de faroleros a medida que se imponía el alumbrado eléctrico, dejaron de cantar las horas y el tiempo, para no molestar a los vecinos y no avisar a malhechores, cambiaron el farol por la linterna y el chuzo se hizo más pequeño y manejable. Conservaron el silbato (el pito del sereno, al que poco caso hacía la policía por su frecuente uso por cosas nimias) y el revólver. Continuaron su labor, suspendida solamente durante la Guerra Civil, hasta que el Decreto 1199/1974, del 4 de abril, suprimió el servicio de serenos de comercio y vecindad y fue sustituido por un servicio de vigilancia nocturna a cargo del Ayuntamiento que el tiempo dejó en manos de la Policía Municipal y empresas de seguridad privada.
La hora de los serenos había pasado.

Aún así, en los últimos años, en varias ciudades españolas se han establecido nuevas experiencias de servicios de serenos cofinanciadas por ayuntamientos y vecinos, casi todas fallidas.


Sereno en las escaleras de la Universidad Pontificia. Guzmán Gombau


Sereno y guardia urbano en la Plaza Mayor. Fotografía de Guzmán Gombau 1950






Tarjeta de felicitación navideña de los serenos salmantinos. Imprenta Nuñez 1921. Archivo Huebra.



Miedo infundían estas tarjetas navideñas en muchos de nuestros antiguos convecinos que, sin duda, trataban de librar su maltrecha economía de los mil pedigüeños que solicitaban un aguinaldo por Navidad. Eran muchos los trabajos, casi todos, con un salario que difícilmente alcanzaba a cubrir las necesidades de los hogares, algunos se complementaban con estos ingresos extra que permitían algún pequeño capricho en las Fiestas. También eran muchos los oficios que ponían en evidencia las penalidades a las que la sociedad somete al hombre. De ambos participaba el servicio de serenos particulares o de comercio.
Habían sido ridiculizados en sainetes y operetas, abochornados en caricaturas y chistes, tratados con chufla por trasnochadores, despreciados al ser acusados de incumplidores, cuando fueron tan activos y celosos como activos y celosos lo fueron en todos los gremios. Al iniciarse la década de 1920 carecían de contrato laboral, no tenían seguro médico ni de jubilación, la mayoría de ellos no tenían siquiera un salario fijo, ni mínimo, ni descanso dominical y sí tenían una larga jornada de insoportable vigilia y de inclemente meteorología en nuestros largos inviernos, tanto que no nos extraña que alguno tratara de suavizarla pasando unas horas refugiado en un portal. En esos años cobraban en Salamanca una perra gorda por la apertura de puerta, si la cobraban, y “en estos diez céntimos entran además del franqueo de entrada al portal, la cerilla, el comentario político, la recepción de recados para el inquilino, el aviso a la Casa de Socorro en caso de necesidad, la intervención en los delitos y los coscorrones que por clasificación les corresponden en las broncas”1
También fueron, claro está, apreciados y queridos.
© C.H. fc 05/10/17 Rev. 01




Tarjetas navideñas de diferentes años utilizadas por los serenos en Salamanca (Archivo Huebra)

  









Fuentes:
。“Faroleros y serenos (notas para su historia)” María del Carmen Simón en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, N° 12, Madrid, 1976
。Ordenanzas Municipales de Salamanca del año 1863
。Ordenanzas Municipales de Salamanca del año 1897
。Prensa histórica salmantina: 
1El Adelanto: Diario político de Salamanca: Año XXXVI Número 11204 - 1920 diciembre 11
 y otros



© C.H. B06/10/17 Rev. 01