El hospital de San Antón



IGNIS SACER, el Hospital de San Antonio Abad
Fotografía de José Suárez, 1932


Una enfermedad atroz azotó la Europa medieval. Afectó sobre todo en el centro y norte de Europa. La enfermedad provocaba una terrible quemazón en la piel que conducía casi irremisiblemente a la gangrena, estaba acompañada de fuertes dolores abdominales con convulsiones y temblores, conocidos como baile de San Vito, además de cefaleas. Frecuentemente producía alucinaciones. La muerte no era rara y los muchos que sobrevivían lo hacían a menudo con miembros amputados, siendo en muchos casos tratados como apestados. Su origen se atribuyó a un castigo de Dios por los pecados cometidos y recibió los nombres de Fuego sagrado, Mal de los ardientes, Fuego infernal o Fuego de San Antonio. 
La Orden de Hermanos Hospitalarios de San Antonio, Orden de San Antón o Antonianos, dedicada a la curación de este mal, fue fundada por un noble francés en agradecimiento a la curación milagrosa de su hijo, supuestamente por mediación de las reliquias de San Antón. La orden hospitalaria utilizaba la decimonovena letra del alfabeto griego, Tau (τ), como vehículo de sanación. La llevaban en color azul sobre su hábito negro y la utilizaban en forma de báculo para bendecir el pan y el vino con que alimentaban a los enfermos, a los que obligaban a llevar escapularios con la imagen de esta letra. 
El camino de Santiago hizo experimentar un gran auge en el establecimiento de hospitales de esta orden en España, ya que durante mucho tiempo la peregrinación a Santiago fue el único remedio eficaz conocido contra el mal. Llegaron a tierras españolas en 1146, estableciendo el primer hospital en Castrogeriz (Burgos), luego siguieron muchos más. Los peregrinos enfermos llegados del norte y centro Europa eran atendidos en esta red hospitalaria con un tratamiento basado fundamentalmente en una alimentación con pan de trigo, mejorando paulativamente. Cuando llegaban a Santiago de Compostela estaban prácticamente curados, atribuyéndose la curación a la intervención divina. Sin embargo, al poco de regresar a sus tierras volvían a contraer la enfermedad. La necesidad de volver a emprender la peregrinación dio gran poder a Santiago y a la Orden de San Antonio.
A Salamanca llegaron hacia 1230 y se establecieron en unos terrenos que, pasado el tiempo, quedaron junto al ábside de la capilla de la Virgen del Rosario de la iglesia de San Esteban de los Padres Dominicos construida posteriormente. Vivían de la caridad, pidiendo limosna, tanto los hermanos de la Orden como los enfermos. Pronto se le concedieron grandes privilegios en toda Castilla, quedando libres de todo tributo y sometidos solo a la autoridad del Papa. Entre sus privilegios, podían disponer de cerdos sueltos por las calles que eran alimentados por los vecinos y su carne se utilizaba para abastecer el hospital o era vendida para obtener dinero para su sustento. Este es el origen del tradicional cerdo de san Antón, costumbre que aún se conserva en La Alberca.
En 1597, en Marburgo, se descubrió que la enfermedad era exclusivamente debida a la ingestión de pan elaborado con harina de centeno contaminada por el cornezuelo del centeno que se desarrolla sobre todo en los años húmedos. Muchas de las regiones de la Europa Central y del Norte basaban su alimentación en este tipo de pan que, estando contaminado, provocaba la enfermedad. La peregrinación a Santiago representaba el cese de la intoxicación y la consiguiente recuperación y explicaba por qué el mal se reproducía al volver a sus hogares y recobrar su alimentación tradicional. Aunque la causa, y por tanto el remedio eran conocidos, la enfermedad siguió manifestándose, sobre todo en épocas en la que la carestía de alimentos era tal que el hambre se imponía a cualquier razón.
Pocos son los datos que se tienen de los edificios del Hospital de San Antonio Abad de Salamanca. Se sabe que la mala construcción, y sus muchos años, provocaron que su iglesia tuviera que reedificarse en 1697, siendo terminada en 1710 y devuelto el Santísimo que había permanecido guardado en la iglesia de San Esteban. En España, la Orden fue extinguida por un breve pontificio del papa Pío VI, publicado en 1791. Sus rentas pasaron al Hospital General de la Santísima Trinidad y su solar fue adquirido por D. Francisco Nieto Bonal, señor de Iñigo, que poseía terrenos linderos al Hospital en los que había construido su casa-palacio en 1780. 
No ha llegado nada del hospital a nuestros días. El muro, que ahogaba la lamentable calle que vemos en esta fotografía de los años 30, se limitaba entonces a formar parte de las tapias del patio-jardín de la casa de la familia Sánchez Sevillano, cuya fachada estaba frente al viejo edificio del Hospital General, hoy colegio de las Siervas de San José. Este muro, con arcos cegados de grandes dovelas en los que se abrieron ventanas y una puerta (En el arco que soporta la puerta nos parece reconocer una “milagrosa” tau), fue derribado en los primeros años de la década de 1940 para el arreglo general de la zona y de la calle del Rosario, entonces Calle Francisco Montejo. En esta intervención, también se eliminaron los muros que protegían los ábsides y el crucero de la Iglesia de San Esteban, acomodando el espacio liberado con jardines, se pavimentó la entrada del convento de las Dueñas y la escalinata de Calatrava. Con posterioridad se construyó, al final de Gran Vía, la casa que D. José Alonso-Bartol Mazpule (1949) encargó al arquitecto D. Francisco Moreno López y la casa para jefes y oficiales del Ejército del Aire (1956) del arquitecto D. Jorge Fernández de Cuevas y se acondicionaron los jardines de la calle del Rosario, que se conocieron como jardines de Aviación y en cuyo espacio, o en parte de él, una vez estuvo el Hospital de San Antonio.


© C.H. fc 22/02/16 Rev. 00